
FUENTE: Hipertextual
En 2011, un grupo de jugadores, llevados por la competencia sana en un juego online, lograron descifrar un problema que había traído de cabeza a los virólogos durante una década. En solo tres semanas, descifraron la estructura tridimensional de una proteína del VIH, considerada una posible buena candidata para el desarrollo de fármacos antirretrovirales. El juego en cuestión se llamaba Foldit y sus jugadores llegaron incluso a formar parte de la lista de autores del estudio científico que se publicó más tarde.
Esta historia fue uno de los ejemplos de ciencia ciudadana y juegos que puso la física Sara Gil en una charla reciente en el evento de divulgación científica Desgranando Ciencia. Sin duda, es un gran ejemplo de todas las cosas buenas que pueden salir si mezclamos ambas cuestiones.
Pero la cosa no terminó con el VIH. De hecho, desde entonces se han introducido en el juego proyectos vinculados con el hallazgo de la estructura de otras proteínas relacionadas con enfermedades tan sonadas como la propia COVID-19.
El juego intentaba desafiar a los usuarios para que ayuden a desarrollar una estructura de proteina que impida que el virus se adhiera a las células humanas. En este sentido, el desafío que proponía el puzzle, y uno de los mayores escollos para la creación de un remedio contra él, consiste en diseño de una nueva proteína que se una a sus cadenas laterales, bloqueando las interacciones con el receptor humano.
No es solo un juego que pone a prueba la habilidad del usuario, también una forma de ayudar a la ciencia sin necesidad de conocimientos específicos. Este puzzle, está disponible en Foldit, una web creado por el Centro de Ciencias del Juego de la Universidad de Washington que fue diseñada para alojar este tipo de contribuciones de investigación colectiva de proteínas, tiene más de 200,000 jugadores registrados.
El juego online Foldit es uno de los más veteranos relacionados con ciencia ciudadana. La ciencia ciudadana consiste en dar herramientas a la población no especializada o amateur para que ayude a los científicos en búsquedas que, de otro modo, les llevarían mucho tiempo. Se usa mucho, por ejemplo, en astronomía, para observar determinados fenómenos.
Como se explica en su página web, trata de dar respuesta a un reto científico, esto es, una ‘zona gris’ en la que la capacidad de procesamiento del hombre supera a la máquina: el desconocimiento de ciertas funciones de las proteínas.

Foldit es un puzle en 3D en el que el jugador manipula la estructura de una proteína -con una forma similar a la de una lombriz- en 360 grados. La va moviendo y doblando con el objetivo de lograr la forma más perfecta utilizando las herramientas que proporciona el juego.
Según qué forma se le de a la proteína, esta asumirá una función u otra. «Foldit estudia cuál es la estructura morfológica de las proteínas, de las que desconocemos muchas de sus funciones. El jugador tiene la libertad de, según un patrón de normas, ir definiendo nuevas estructuras. El 60 por ciento de las veces, estas formas no funcionan en términos científicos. Pero en el 40 por ciento restante, sí que son válidas». informa el comisario de la exposición ‘Homo Ludens’, Luca Carrubba, codirector de la asociación de creadores de videojuegos ArsGames.
Las soluciones de mayor puntuación son analizadas por investigadores que determinan si existe o no una configuración estructural que pueda tener aplicaciones relevantes en proteínas reales. Los científicos comprueban si estas soluciones se pueden aplicar para combatir y erradicar enfermedades como el cáncer, el sida o el alzheimer y crear innovaciones biológicas aplicables en nuevas curas. La revista ‘Nature’ publicó en 2010 un artículo en el que atribuía a los 57.000 jugadores de Foldit el haber proporcionado resultados que igualaban o superaban las soluciones calculadas algorítmicamente. «La intuición es clave en este tipo de partidas. No siempre que jugamos seguimos unos patrones lógicos. A veces fallamos a nuestra propia lógica, pero precisamente ahí puede haber una solución válida desde el punto de vista científico», dice Carrubba. Este amante de los videojuegos explica que se trata de proyectos que están dirigidos a todo tipo de público: «Para jugar no es necesario tener conocimientos en Biología, Química o en Ingeniería. Aunque la primera comunidad a la que apelaron este tipo de juegos fue a la científica».