No podemos ver la Vía Láctea de la misma manera que hacemos con otras galaxias porque vivimos dentro de ella, si bien podemos mirar a lo largo de su borde mientras está incrustado en su disco.
Sin embargo, en un estudio publicado en Science, un equipo de investigadores midió directamente la distancia a una estrella de la Vía Láctea, rompiendo el registro anterior para una medición de distancia directa dentro de nuestra galaxia.
Según el autor principal del estudio, Alberto Sanna, del Instituto Max-Planck de Radioastronomía (MPIfr), «esto significa que, usando el VLBA, ahora podemos correlacionar con precisión toda la extensión de nuestra galaxia».
Los intentos anteriores de observar y mapear con precisión el lado opuesto de la Vía Láctea han fracasado principalmente debido al polvo interstelar entrelazado en el plano galáctico, que impide que la luz óptica llegue hasta nosotros. Pero, a diferencia de la luz óptica, las ondas de radio pueden pasar sin obstáculos a través del polvo interestelar.
Portablecrac, un proyecto europeo que propone una solución portátil para la regeneración electroquímica del carbón activo.
PORTABLECRAC es una solución flexible que aborda diferentes nichos (tratamiento de aguas, industrias químicas, etc.), que permitirá la regeneración in situ de carbón activo agotado mediante prototipos compactos/portátiles capaces de adaptarse a las necesidades del cliente con impactos económicos y ambientales positivos.
El proyecto PORTABLECRAC tiene como objetivo el desarrollo de una tecnología ecológica y económicamente beneficiosa para regenerar el carbón activo utilizado para la filtración de agua tanto en la pequeña como en la gran industria. Se prestará especial atención a la adaptación de un dispositivo compacto que mejore considerablemente la flexibilidad, el funcionamiento y los costes de inversión con respecto a los equipos existentes (asegurando la replicabilidad y el escalado de la solución propuesta).
PORTABLECRAC aportará una solución sostenible y a largo plazo que creará un empleo directo e indirecto en el «sector servicios» de la UE. La propuesta de valor clave es proporcionar una solución para el tratamiento de aguas con una reducción del 86% en costes por kg/AC y 4 veces la reducción de emisiones de CO2.
Por lo tanto, muestra un gran potencial de aceptación industrial y una amplia oportunidad de mercado frente a la regeneración térmica usada de manera habitual con el carbón activo. Las ventajas de este nuevo sistema radican en una variedad de tamaños de equipos, reducción de emisiones de GEI y desechos, y reducción del consumo de energía, así como reducción de costos.
PORTABLECRAC tendrá una duración de 36 meses y ha recibido financiación del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea, concretamente en la convocatoria H2020-SPIRE-2017. Se estima que el coste total asciende a 2.883.012,82€ y recibirá una financiación de unos 2.206.719,07€.
Socios del proyecto
El consorcio está compuesto por siete organizaciones de tres países diferentes. CONTACTICA S.L. (coordinador del proyecto) (España), ENVIROHEMP S.L. (España), Universidad de Alicante (España), GRADO ZERO INNOVATION S.R.L. (Italia), EMIVASA (España), AGRI-PRO (Portugal) y Universidad de Vigo (España).
La compañía Indra (empresa global de consultoría y tecnología) se ha responsabilizado del análisis e interpretación de imágenes satelitales y fotos aéreas de toda Europa que sirven de base para la elaboración de las estadísticas que Eurostat ofrece sobre el uso del suelo y la cobertura del terreno en todo el continente (Land Use/Cover Area frame Survey o LUCAS).
Sentinel-2: satélite del sistema de vigilancia ambiental Copernicus.
Estas estadísticas respaldan el trabajo de la Comisión Europea, organismos y gobiernos en materia de protección del medioambiente, gestión del agua y bosques, planificación urbana y del transporte, políticas agrícolas y monitorización del clima y la biodiversidad.
Indra trata imágenes aéreas y satelitales de 700.000 puntos del territorio europeo, cubriendo 28 países y 4.5 millones de km2, para determinar el tipo de terreno al que corresponden
Esta malla sirve de base para la elaboración de estadísticas sobre el uso del suelo y la cobertura del terreno en la UE, dentro del proyecto Land Use/Cover Área frame Survey (LUCAS)
Estas estadísticas permiten elaborar mejores políticas de protección del medioambiente, gestión del agua y los bosques, planificación urbana y del transporte, agricultura y monitorizar el cambio climático
También se emplean para contrastar la precisión de los datos aportados por los satélites Sentinel del programa europeo de observación de la Tierra Copernicus
Las estadísticas proporcionadas en LUCAS ofrecen información homogénea y coherente de todo el territorio de la UE. Esto evita tener que recurrir a estudios elaborados por fuentes heterogéneas en cada país, que a menudo siguen metodologías diferentes y dificultan poder realizar comparaciones.
Se puede de esta forma evaluar el impacto que tiene la agricultura en el medioambiente, estudiar la eficiencia con la que se utilizan los recursos en el territorio y establecer políticas para promover una economía sostenible.
La información que ofrece Eurostat permite responder a preguntas como cuál es el porcentaje de suelo que ocupan los edificios, carreteras y áreas artificiales en toda Europa; qué área ocupan los bosques y cómo se distribuyen por países; en qué territorios hay mayores reservas de agua y en cuáles escasean.
Al tratarse de estadísticas que se elaboran cada tres años, se puede analizar la evolución de los parámetros y detectar si se reduce la masa forestal y aumenta el terreno agrícola o si la calidad del suelo cultivable se reduce o mejora, por ejemplo.
Por otra parte, estas estadísticas también resultan de gran utilidad para todos los usuarios y empresas que explotan los datos proporcionados por Copernicus, el programa de Observación de la Tierra europeo. Al cubrir todo el territorio europeo, LUCAS permite verificar y validar los datos obtenidos por los satélites Sentinel y contrastar su precisión.
El papel de Indra ha consistido en determinar el tipo de terreno al que corresponde cada uno de los 714.474 puntos analizados. El patrón de interpretación seguido distingue un total de 10 categorías, diferenciando, por ejemplo, zonas de tierra cultivable, bosques, zonas áridas o terreno urbanizado, así como otros parámetros adicionales como la humedad del terreno.
Para llevar a cabo esta tarea, Indra ha aportado su capacidad técnica y tecnológica para trabajar con grandes volúmenes de datos, empleando para ello equipos especializados y soluciones tecnológicas avanzadas que permiten procesarlos con la rapidez necesaria. Las estadísticas proporcionadas en LUCAS ofrecen información homogénea y coherente de todo el territorio de la UE. Esto evita tener que recurrir a estudios elaborados por fuentes heterogéneas en cada país, que a menudo siguen metodologías diferentes y dificultan poder realizar comparaciones.
Springer Nature’s Bookmetrixlanza una nueva métrica para medir el rendimiento de la colección de libros electrónicos para ayudar a los lectores y bibliotecarios a comprender mejor el impacto de las colecciones de libros electrónicos. Con este fin, Springer Nature ha desarrollado una nueva métrica, Collection Citation Performance (CCP), para ayudar a evaluar la calidad de las distintas colecciones de libros electrónicos. Similar a los valores de las métricas establecidas para las revistas.
En el siglo XIX, la llamada filosofía natural cambió de estatus, y también de nombre, adoptando el de «ciencia». Pero la mayor innovación del siglo XIX en este contexto fue la incorporación del término «científico», porque tuvo una gran oposición como término debido a sus orígenes.
Los primeros científicos
Antes de que William Whewell introdujera el término «científico» en 1833, sí que había científicos, pero se denominaban filósofos naturales o naturalistas; también eran llamados fisiólogos o físicos.
William Whewell uno de los científicos y filósofos de la ciencia más perceptivos e interesantes de su época
En italiano se llamaban scienzati. En francés, savants. En alemán, Naturforscher. En inglés, virtuosi. Como explica David Wooton en su libro La invención de la ciencia:
Cuando términos como virtuosi empezaron a parecer anticuados, fueron sustituidos por la frase «hombres de ciencia», que en los siglos XVI y XVII se usaba para referirse a todos los que poseían una educación liberal o filosófica («hombres de una ciencia, no de un oficio»), pero que en el decurso del siglo XVIII empezó a usarse de manera más estricta para referirse a las personas a las que denominamos «científicos».
«Científico» era un híbrido entre latín y griego, a nivel etimológico. Y fueron muchos los que consideraron que el término era un barbarismo, como el geólogo Adam Sedgwick. Incluso en 1894, Thomas Huxley insistía que nadie que respetara el inglés usaría jamás dicha palabra. Básicamente, este rechazo procedía del hecho de la que palabra no procedía del griego, sino del latín y el griego a la vez.
Así pues, antes de que se inventara la palabra «científico», ya existían científicos, pero no fue aceptado el término hasta transcurridos varios años debido a la oposición al término en sí mismo, no al concepto que representaba. Como remata Wooton:
Afirmar, como se hace con frecuencia, que no hubo ciencia hasta que hubo «científicos» es, por lo tanto, simplemente, revelar una ignorancia de la evolución del lenguaje para el conocimiento de la naturaleza, y para los conocedores de la naturaleza, entre los siglos XVII y XIX.